En una de esas
ocasiones, en la orilla de un río galaico estrecho pero caudaloso; en un día
pleno de luz y de calma…estaba sola pero rodeada de multitud de personas
desconocidas
Reían, discutían,
chapoteaban… Yo, sentada en una roca, metía los pies en el agua helada. No
sabía muy bien por qué estaba allí pero me sentía triste
Las figuras humanas
(las veía en realidad borrosas), me resultaban vagamente familiares. Algunas
parecían irradiar una luz que me ofrecía consuelo…pero otras…tenía que apartar
la vista apresuradamente con el corazón apretado de angustia. Lo terrible es
que no sabía de antemano hacia donde mirar
Sentí dolor y me di
cuenta de que estaba sentada sobre una zarza. Recordé la historia bíblica de
Abrahán y me dije a mi misma ¡QUE NO!
Y a pesar del rechazo que me produce el agua
fría, me eché al río que me acogió con un abrazo extrañamente cálido
Con los ojos cerrados
bracee unos instantes con dificultad. El agua me arrastraba. Me agarré a una
piedra que sobresalía y abrí los ojos.
Las figuras
desdibujadas de personas extrañamente familiares parecían alejarse. Metí la
cabeza debajo del agua y no sentí temor.
Al sacarla comprobé que
las figuras estaban cada vez más lejos y borrosas
Fui girando a mi
alrededor y según lo hacía, los contornos de esas figuras se iban difuminando
entre las ramas de los árboles y los rayos del sol
Nadé alegremente ya sin
dificultad. Los negros pensamientos, los fantasmas, desaparecían de mi mente
hasta olvidar lo que me estaba inquietando
Aquella soledad, aquel
paisaje que me arropaba suavemente, la luz que me atraía como si fuera una
intrépida polilla…pero a esas alturas ya no recordaba que me había bañado en un
río del olvido
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