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jueves, 4 de abril de 2013

Los siete enemigos (3/5) 3ª parte


"Formamos parte de una sociedad tan enferma que a los que quieren sanar se les llama raros y a los sanos se les tacha de locos" (Jiddu Krishnamurti)
Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo po­sible para no salirnos del camino trilla­do, rechazando sistemáticamente ideas nuevas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos ha quedado más remedio. Por eso lo solemos asociar con la frustración y el fracaso. Tanto es así, que existen siete mecanismos de defensa cuya función es garantizar la parálisis psicológica de la sociedad.
El primer mecanismo de defensa es el miedo (1), el más utiliza­ do por el statu quo como elemento de control social. Cuanto más temor e inse­guridad experimentamos los individuos, más deseamos que nos protejan el Esta­do y las instituciones que lo sustentan. Basta con bombardear a la población con noticias y mensajes con una pro­funda carga negativa y pesimista.
Enseguida aparece en escena el au­toengaño (2), es decir, mentirnos a noso­tros mismos -por supuesto, sin que nos demos cuenta- para no tener que en­frentarnos a los temores e inseguridades inherentes a cualquier proceso de transformación. Para lograrlo basta con mirar constantemente hacia otro lado. Como dijo Goethe, "nadie es más esclavo que quien falsamente cree ser libre".
Por esta razón, el autoengaño suele dar lugar a la narcotización (3). Y aquí todo depende de los gustos, preferencias y adicciones de cada uno. Lo cierto es que la sociedad contemporánea promueve infinitas formas de entretenimiento que nos permiten evadirnos las 24 horas del día. Dado que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte.
Con el tiempo, esta falta de propó­sito y de sentido suele generar la apa­rición de la resignación (4). Cansados físicamente y agotados mentalmente, decidimos conformarnos, sentencian­ do en nuestro fuero interno que "la vida que llevamos es la única posible". Asu­mimos definitivamente el papel de vícti­mas frente a nuestras circunstancias.




Sobre el papel de víctimas se podría hacer un buen ensayo. Por qué se da, cuando es inducido o personal. La diferencia de circunstancias, la parte personal o social
Lo de ir a ninguna parte necesitaría otro estudio a fondo. No está tan claro si interesa ir o no, si depende adonde. Naturalmente eso se suele referir a dar sentido a una vida, pero igualmente no nos pondríamos de acuerdo sobre el significado de esa idea
Si el simple hecho de pensar en todo eso puede provocar frustración, no quiero imaginar que sería ponerse en marcha y fracasar, fracasar, fracasarsobrevivir, sobrevivir, sobrevivir

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