"Formamos parte
de una sociedad tan enferma que a los que quieren sanar se les llama raros y a
los sanos se les tacha de locos" (Jiddu Krishnamurti)
Al obedecer las
directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo posible
para no salirnos del camino trillado, rechazando sistemáticamente
ideas nuevas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos
ha quedado más
remedio. Por eso lo solemos asociar con la frustración
y el fracaso. Tanto es así,
que existen siete mecanismos de defensa cuya función
es garantizar la parálisis
psicológica
de la sociedad.
El primer mecanismo de
defensa es el miedo (1), el más
utiliza do por el statu quo como elemento de control social. Cuanto más
temor e inseguridad experimentamos los individuos, más
deseamos que nos protejan el Estado y las instituciones que lo sustentan.
Basta con bombardear a la población con noticias y
mensajes con una profunda carga negativa y pesimista.
Enseguida aparece en
escena el autoengaño
(2), es decir, mentirnos a nosotros mismos -por supuesto, sin que nos demos
cuenta- para no tener que enfrentarnos a los temores e inseguridades inherentes
a cualquier proceso de transformación. Para lograrlo basta
con mirar constantemente hacia otro lado. Como dijo Goethe, "nadie es más
esclavo que quien falsamente cree ser libre".
Por esta razón,
el autoengaño
suele dar lugar a la narcotización
(3). Y aquí
todo depende de los gustos, preferencias y adicciones de cada uno. Lo cierto es
que la sociedad contemporánea
promueve infinitas formas de entretenimiento que nos permiten evadirnos las 24
horas del día.
Dado que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más
común
es encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte.
Con el tiempo, esta
falta de propósito
y de sentido suele generar la aparición de la resignación
(4). Cansados físicamente
y agotados mentalmente, decidimos conformarnos, sentencian do en nuestro fuero
interno que "la vida que llevamos es la única posible".
Asumimos definitivamente el papel de víctimas frente a
nuestras circunstancias.
Sobre el papel de víctimas
se podría
hacer un buen ensayo. Por qué
se da, cuando es inducido o personal. La diferencia de circunstancias, la parte
personal o social…
Lo de ir a ninguna
parte necesitaría
otro estudio a fondo. No está
tan claro si interesa ir o no, si depende adonde. Naturalmente eso se suele
referir a dar sentido a una vida, pero igualmente no nos pondríamos
de acuerdo sobre el significado de esa idea
Si el simple hecho de
pensar en todo eso puede provocar frustración, no quiero imaginar
que sería
“ponerse
en marcha”
y fracasar, fracasar, fracasar…sobrevivir,
sobrevivir, sobrevivir…
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