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domingo, 10 de febrero de 2013

La herida (o el dolor ajeno)


La navaja brilla,
 tus venas dibujan surcos
como señales acogedoras
La sangre también brilla
Son otras heridas
 las que lanzan sobre ti
vomitonas de indiferencia
La sangre caliente
 calma el dolor de la vida,
 y  tus entrañas echas jirones
 están huérfanas de compañía

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