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martes, 26 de junio de 2012

En la era de la mentira

( La verdad, valor a la baja. Blog de Rosa María Artal el 23 junio 2012 )

De un tiempo a esta parte y en alarmante proceso de aceleración, la verdad como concepto pierde puntos como si fuera un desechable valor bursátil. El gobierno del PP ha degradado a bono basura lo cierto. Se dice y se desdice,  miente y desmiente con un desparpajo que parece fruto de largos entrenamientos en la educación del pecado y la absolución secreta e impune en el confesionario. Con toques esenciales de maquiavelismo con aquello de “el fin (mi fin) justifica los medios”. Y la protesta social no pasa mucho más de tomarlo a chanza.
No todos. Escuchaba este viernes, mientras conducía, hablar sobre ello a Juan José Millás en la SER, advirtiendo que –como yo y muchos otros- aún conserva la capacidad de quedarse perplejo. Su profundo hartazgo lo refleja hoy en su artículo semanal en El País: “Vale que diga y se desdiga todo el rato, vale que hayamos aceptado con una naturalidad increíble que se cague cada martes en lo que proclama solemnemente cada lunes. Pero como no nos hemos vuelto locos del todo, aunque estamos en ello, le pediríamos que sus embustes volvieran a gozar, si no de las típicas excusas morales o psicológicas de todo a cien, de alguna coartada de orden práctico”, concluye, perdiendo ya, como tantos otros, los papeles de lo políticamente correcto.
Lo peor es que entre los contertulios se habló de la mentira como “valor de supervivencia” o de que solo con la verdad “el mundo sería muy aburrido”. Es tediosa la verdad. “No existiría la literatura sin mentira”, le dice a Millás alguien en la radio. ¿También confundimos ficción creativa con mentira? El enfermo, la sociedad, las voces que dictan opinión, padece una dolencia grave.
Llegada a mi destino, un grupo de periodistas a quienes no conozco debatimos en una reunión que nada tiene que ver con el asunto, sobre algunos temas y de nuevo surge la verdad. También la ven como un valor relativo los que hablan, muchos callan. Cada uno tiene su verdad, afirman. Les parece lícita –salvo a una persona- en el terreno político. Eso le ocurre a gran parte de la sociedad también.
Con cierta agresividad –y lo lamento- le pregunto a uno si el hecho de que mida, por ejemplo, 160 cms. de estatura es una verdad sujeta a la relatividad y a las interpretaciones. Dice que no, pero que, como no le gusta ser bajo de estatura, rechaza mi verdad. La creencia sustituye a la razón y se vive en un mundo irreal.
La aceptación de la mentira, la relativización de la verdad, no es inocua en absoluto, fuera de conceptos morales. Implica construir sobre terrenos cenagosos. Es como si un arquitecto, un ingeniero, mintiera sobre las características del suelo donde va a asentar un edificio o un puente. Si son falsas, se derrumba. Y puede costar hasta vidas humanas. Seguramente la mentira admitida sea una de las causas fundamentales de nuestra degradación.
No viene de ahora. Como todo lo que nos está sucediendo, esta situación se ha cocido lentamente, a la cazuela. El Oscar a la película en 1997 fue para La vida es bella de Roberto Benigni. Mucha gente compró el tierno mensaje de que la mentira evita problemas a ese niño que pasa sin enterarse por la crueldad del nazismo y la guerra. Al final matan a su padre y se queda solo ¿sabe por qué? El lobo agazapado debajo de la cama no se disuelve porque cerremos los ojos. La bella vida en la mentira suele tener un brusco despertar.
¿Os imagináis la vida, la canción, su mensaje, basados en la realidad? Eso ya es de nota

Gracias Rosa Mª, yo podría decirte que tampoco he perdido mi capacidad de asombro, pero sí de comprensión de los hechos, de análisis...porque todavía no he podido asimilar ni ver la forma de combatir todo lo que expones. En mi impotencia, no puedo más que apoyar a la gente que no entra en esa clase de periodismo en el que todo vale, que es capaz de decir la verdad y devolvernos a muchos un rayito de esperanza...y sí,  intento imaginarme la vida en la idea de que otro mundo es posible...

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