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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Kiwi y la luna


Chiquitita como una luna nueva recién convertida en cuarto creciente. Su mirada ponía en mi interior mensajes imaginarios y necesidad de “dar”

Cada día, al rodar su cuerpecito sobre la cama, la luna creciente era mayor. No se trataba de tamaño sino de intensidad

Diez días más tarde era una auténtica luna llena que inundaba de luz la interminable rutina

Ojillos de miel, irisados de agradecimiento. Su ronroneo arropaba mi sueño y cada vez que abría los ojos, su mirada fija me saludaba como el cántico de un aquelarre

Había hecho de una estancia de la casa su propio país de las maravillas. A pesar de sus uñitas puntiagudas, el roce de sus patitas juguetonas te hacía sentir de una utilidad infantil

Los días de luz, las noches de luna, se sucedían en una mezcla de esperanza y temor por su marcha

Y llegó el día. Terminaba la fase de luna llena y el inmenso astro comenzaba a menguar. Ahí empezó a crecer un terreno de resignada aceptación, y una nueva rutina alejó a esta dulce gatita que dejó un nuevo astro lunar en mi recuerdo

1 comentario:

  1. De lo más bello y tierno que te he leido nunca..gracias Kiwi..gracias Vovoreta

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