En estas fechas navideñas tan entrañables para unos y tan tristes o tan hipócritas para otros, inevitablemente a veces vemos las cosas con otra mirada
Esto viene a cuento porque hoy aprovechando un día de tranquilidad, me dediqué a repasar y borrar los correos acumulados en estos días. Algunos los había recibido anteriormente, y había dos del mismo corte, que me dejaron pensativa y rarita
Uno era sobre una visita de unos estadounidenses a un orfanato ruso. Bueno, abreviando, un niño se emocionaba hasta las lágrimas por encontrarse no con regalos, sino con abrazos y afecto. En el otro, comparaban nuestra vida con las de los desheredados de la tierra, haciendo ver que nos quejamos por nada mientras ellos carecen de todo…
Intentaré explicarme, en el fondo estoy bastante de acuerdo con los mensajes que pretendían aportar, pero algunas cosas entre líneas me dejaron una tristeza sutil y pegajosa que aún no ha desaparecido del todo
En el primero, no podía dejar de pensar como esas personas en misión solidaria, habían podido volver a su vida normal, llevando un tierno mensaje sobre una criatura que después de su marcha se quedaba allí, en un mundo sombrío y carente de ese cariño que era su mayor deseo.
En el segundo, los contrastes tan tremendos, nos dan la media de nuestra insignificancia y nuestro fracaso en la construcción del mundo, y sin duda es nuestra obligación ser felices por lo que tenemos y otros carecen. Pero la frase final…sobre como Dios no nos olvida…que hizo tener una sensación terrible sobre el abandono de ese Dios hacia esos seres de vida miserable.
No estoy intentando acusar a nadie, ni poner en tela de juicio la intervención (o no) divina, sobre el libre albedrío humano, ni tan siquiera de la buena voluntad del autor del pps
Solo sé que de alguna manera, el espíritu que estos correos querían proclamar, me han dado la medida de nuestra insignificancia, de nuestro fracaso como seres humanos…y de la necesidad de no darnos por vencidos, de seguir soñando con un mundo mejor, o al menos nuestros micro mundos aledaños
Y ahora voy a intentar sacudirme esa tristeza, repartiendo un amor que no prometa demasiado pero que sea sólido y permanente. Aunque no sé si eso será suficiente…